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8-jun.-2025, domingo de Pentecostés

Solemnidad de Pentecostés

Gracias te damos en este nuevo amanecer, porque espiritualmente es especial, ya que nos regalas la gran promesa del Espíritu Santo. 

Hoy sólo podemos decir: «Ven Dulce Huésped del alma. Inflama nuestros corazones con la llama de tu amor». Danos la gracia, Señor, de poder reflexionar inspirados por el mismo espíritu y pensar: ¿Quién no sueña en un día futuro en el que ya no tenga miedo de hacer las cosas proyectadas por tanto tiempo, simplemente porque le faltaba valor y fuerza para emprenderlas? ¿Quién no espera tener más entusiasmo para realizar con alegría las tareas de cada día, para arriesgarse a amar más profundamente al Padre Celestial y a los hermanos, sin condiciones ni vacilaciones? ¿Quién no desea estar mucho más inspirado y ser creativo en la vida? 

Hoy es el día en que esto puede comenzar a suceder, porque hoy es Pentecostés, el día del Espíritu, el día en que el viento celestial huracanado renueva nuestro amor, el día en que el fuego divino nos trae alegría y libertad, el día del Espíritu Santo. Danos tu fortaleza, Señor, que aliente tu Espíritu sobre nosotros e inflame nuestros corazones con tu luz y con tu vida. Señor, infunde tu Espíritu sobre nosotros porque nos quiere impulsar a entendernos y acogernos, a apreciarnos y a apoyarnos mutuamente y que quiere unirnos en un mismo amor. Haz que ese amor sea inventivo y creador. Envía tu Espíritu sobre nosotros para que nos libere de todos los miedos que nos paralizan y para que nos mueva a servir con alegría a Ti y a nuestros hermanos.

Renuévanos en tu amor y que el Espíritu Santo mantenga nuestros corazones ardiendo siempre con Tu amor. “Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.” Ilumínanos y bendícenos. Amén. 

Ojalá leamos muy despacio la Secuencia después de la segunda lectura y logremos meditar sobre las grandezas del Espíritu y lo que hace en cada uno de nosotros. Abrazos y bendiciones abundantes y un muy feliz y santificado Domingo. 

Meditación del Papa

Finalmente, el Evangelio de hoy nos entrega esta bellísima expresión: "Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor". Estas palabras son profundamente humanas. El Amigo perdido está presente de nuevo, y quien antes estaba turbado se alegra. Pero dicen mucho más. Porque el Amigo perdido no viene de un lugar cualquiera, sino de la noche de la muerte; ¡y la ha atravesado! No es uno cualquiera, sino que es el Amigo y al mismo tiempo Aquel que es la Verdad y que hace vivir a los hombres; y lo que da no es una alegría cualquiera, sino la propia alegría, don del Espíritu Santo. Sí, es hermoso vivir porque soy amado, y es la Verdad la que me ama. Se alegraron los discípulos, viendo al Señor. Hoy, en Pentecostés, esta expresión está destinada también a nosotros, porque en la fe podemos verle; en la fe Él viene entre nosotros, y también a nosotros nos enseña las manos y el costado, y nosotros nos alegramos. Por ello queremos rezar: ¡Señor, muéstrate! Haznos el don de tu presencia y tendremos el don más bello, tu alegría. Amén. (Benedicto XVI, 12 de junio de 2011).

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.