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10-jun.-2025, martes de la 10.ª semana del T. O.

Segundo día de nuestra semana que nos regalas bondadosamente para iniciarlo con fe y esperanza, un nuevo amanecer en que nuestras obras serán bendecid

Segundo día de nuestra semana que nos regalas bondadosamente para iniciarlo con fe y esperanza, un nuevo amanecer en que nuestras obras serán bendecidas por tu generosidad y presencia en medio de nosotros. 

Gracias, Señor, por esta palabra que hoy nos diriges, para hacer tu santa voluntad. 

Se ha comenzado el sermón de la montaña. Las bienaventuranzas abren esta enseñanza de Jesús y ahora, en cuatro versículos y a través de tres símbolos, nos llama la atención como discípulos: «Sois la sal. Sois la luz. Sois una ciudad puesta en lo alto del monte». En medio de la maldad, el discípulo es colocado para impedirla. Está colocado para transformar la realidad sacando todo lo bueno que hay en ella, impidiendo que sea deformada, distorsionada. Y hace una consideración y formula una pregunta: «Si la sal se vuelve sosa ¿con qué la salarán?» 

Permite que seamos sal buena, que dé gusto a nuestras acciones. Gracias, Señor, por darnos la oportunidad de ser parte de la construcción de tu Reino. No permitas que se apague la luz que está dentro de nosotros; esa luz que tú mismo nos concediste. Que esa luz reflejada en nosotros sea la alegría de servirte y de ser misericordiosos. Queremos ser mejores cada día y que con nuestro testimonio lleguemos a muchas más personas que están deseosas por sentir tu amor y tu misericordia. Nuestra jornada esté enmarcada, consentimientos de generosidad, de fraternidad y solidaridad. Amén. 

Feliz, alumbrador y sazonador martes. 

Meditación del papa Francisco

¿Quiénes eran aquellos discípulos? Eran pescadores, gente sencilla... Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y su afirmación se entiende precisamente como consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir: si seréis pobres de espíritu, si seréis mansos, si seréis puros de corazón, si seréis misericordiosos... ¡Ustedes serán la sal de la tierra y la luz del mundo!

Para comprender mejor estas imágenes, tengamos en cuenta que la ley judía prescribía poner un poco de sal sobre cada oferta presentada a Dios, como un signo de alianza. La luz, entonces, para Israel era el símbolo de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo. Los cristianos, el nuevo Israel, reciben, entonces, una misión para con todos los hombres: con la fe y la caridad pueden orientar, consagrar, hacer fecunda la humanidad. Todos los bautizados somos discípulos misioneros y estamos llamados a convertirnos en un Evangelio vivo en el mundo: con una vida santa daremos "sabor" a los diferentes ambientes y los defenderemos de la corrupción, como hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo a través del testimonio de una caridad genuina. Pero si los cristianos perdemos sabor y apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perdemos la efectividad.» (Ángelus de S.S. Francisco, 9 de febrero de 2014).

Autor:
José Hernando Gómez Ojeda, pbro.