Cuánta falta me hace hablar con Dios, contarle mis inquietudes.
Cuando surge en mi alma este deseo incontrolable de verlo y decirle cuánto lo amo voy a Misa. Al terminar me acerco al Sagrario y le hago compañía a mi amigo de la infancia, mi mejor amigo. “Él te ve y Él te oye”.
Es una experiencia sorprendente.
No conozco a nadie que visite a Jesús y salga igual. Él lo transforma todo, renueva tu vida, así como lo hizo con la mía.
Anda, visita a Jesús en algún Sagrario y dile: “Aquí estoy. Vine para decirte que te amo. Quería lo supieras Jesús. Gracias por todo lo que haces en mi vida. Te amo Jesús”.
No imaginas cuánto se va alegrar.
Ahora, en silencio, nos quedaremos un rato acompañándolo, que no se sienta solo.
Y antes de irnos, otro: “Te quiero Jesús”, que nunca son suficientes