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La Palabra De Dios

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En este mes dedicado a la Biblia es oportuno que recordemos el lugar preeminente que tiene el texto como sujeto que habla.

La Revelación ha llegada a su momento cumbre cuando la Palabra de Dios se ha hecho carne y ha instaurado su morada en medio de los hombres.

Este acontecimiento definitivo ha manifestado el carácter comunicativo y dialogal que tiene la pedagogía divina. La Palabra ha sido siempre cargada de toda la bondad y sabiduría de Dios, que al mismo tiempo, se convierte en posibilidad de respuesta para el hombre. Por lo anterior, Jesucristo la Palabra hecha carne, es el lugar más alto desde el que habla Dios y, al mismo tiempo, es la respuesta definitiva del hombre.

Cuando nos referimos a la Palabra de Dios entendemos que ha habido un acto gratuito y amoroso, por medio del cual se ha establecido un encuentro dialogante entre el Creador y una criatura capaz de ser oyente y respuesta ante la Palabra revelada. Es el hombre el adecuado interlocutor de este mensaje que se nos da a través de la Palabra y es él quien posee la gramática que permite entablar esta comunicación. De las anteriores afirmaciones se concluye el valor irrenunciable que tiene para la experiencia cristiana la mediación de la Sagrada Escritura como Palabra de Dios.

Sin embargo, es bueno advertir dos consecuencias, para que el acercamiento a la Biblia logre su finalidad, que es transmitir la Revelación divina y propiciar la respuesta confiada de parte del hombre. En primer lugar, afirmar la inspiración divina como acontecimiento que interviene en la composición de los textos bíblicos tiene su punto de partida en el carácter dialogal de la Revelación misma. La inspiración es una acción del Espíritu Santo sobre el escritor sagrado para que a través de sus facultades coloque por escrito la verdad acerca de Dios y del hombre. Ante este hecho, el hagiógrafo ha tenido un diálogo con Dios en el cual ha recibido un mensaje claro y que sin ninguna vacilación escribe y comunica a otros capaces de entender su mediación como mensajero de Dios. Un segundo aspecto que subyace al carácter comunicativo y personal de la Palabra tiene que ver con la forma de acercarnos a la misma. Las ciencias bíblicas han sido un gran instrumento para la profundización y comprensión de la Sagrada Escritura, no obstante, el descuido del sentido teológico y espiritual que tiene el texto sagrado puede llevar a ver la Biblia como un objeto de estudio, olvidando que la Sagrada Escritura es la Palabra misma de Dios que habla como un sujeto a otro sujeto.

Al acercarnos a la Biblia debemos procurar un principio dialógico, esto es, que frente a la Palabra de Dios escrita establezcamos una conversación entre sujetos que se interpelan y son motivados a dar una respuesta de amor. En este mes dedicado a la Biblia es oportuno que recordemos el lugar preeminente que tiene el texto como sujeto que habla. No es cualquier sujeto, es Dios mismo quien, a través de la mediación del logos, se comunica y llama a la amistad a toda la humanidad. La Sagrada escritura debe ser acogida como una comunicación entre personas que se encuentran y desean entablar una alianza. La meditación, estudio y contemplación de la Palabra de Dios debe encarnarse, para que en nuestro modo de vida se evidencie la lógica de la palabra y el gesto. De esta forma, mantendremos la coherencia de la pedagogía de Dios que se ha revelado y aseguramos una oportuna respuesta del hombre que acoge el mensaje que salva y da vida.