Hoy que celebramos la memoria de San Juan María Vianney, queremos recordar la siguiente oración, que compuso el Papa Benedicto XVI para pedir por todos los sacerdotes, cuando se cumplió el sesquicentenario de la muerte de este Santo, patrono de los párrocos:
Señor Jesús,
En San Juan María Vianney Tú has querido dar a la Iglesia la imagen viviente y una personificación de tu caridad pastoral.
Ayúdanos a bien vivir en su compañía, ayudados por su ejemplo (...).
Haz que podamos aprender del Santo Cura de Ars delante de tu Eucaristía; aprender cómo es simple y diaria tu Palabra que nos instruye, cómo es tierno el amor con el cual acoges a los pecadores arrepentidos, cómo es consolador abandonarse confidencialmente a tu Madre Inmaculada, cómo es necesario luchar con fuerza contra el Maligno.
Haz, Señor Jesús, que, del ejemplo del Santo Cura de Ars, nuestros jóvenes sepan cuánto es necesario, humilde y generoso el ministerio sacerdotal, que quieres entregar a aquellos que escuchan tu llamada.
Haz también que en nuestras comunidades –como en aquel entonces la de Ars– sucedan aquellas maravillas de gracia, que tu haces que sobrevengan cuanto un sacerdote sabe «poner amor en su parroquia».
Haz que nuestras familias cristianas sepan descubrir en la Iglesia su casa –donde puedan encontrar siempre a tus ministros– y sepan convertir su casa así de bonita como una iglesia.
Haz que la caridad de nuestros Pastores anime y encienda la caridad de todos los fieles, en tal manera que todas las vocaciones y todos los carismas, infundidos por el Espíritu Santo, puedan ser acogidos y valorizados.
Pero sobre todo, Señor Jesús, concédenos el ardor y la verdad del corazón a fin de que podamos dirigirnos a tu Padre celestial, haciendo nuestras las mismas palabras, que usaba San Juan María Vianney:
Te amo, mi Dios,
y mi solo deseo es amarte
hasta el último respiro de mi vida.
Te amo, oh Dios infinitamente amable,
y prefiero morir amándote
antes que vivir un solo instante sin amarte.
Te amo, Señor,
y la única gracia que te pido
es aquella de amarte eternamente.
Dios mío,
si mi lengua no pudiera decir
que te amo en cada instante,
quiero que mi corazón te lo repita
tantas veces cuantas respiro.
Te amo, oh mi Dios Salvador,
porque has sido crucificado por mí,
y me tienes acá crucificado por Ti.
Dios mío,
dame la gracia de morir amándote
y sabiendo que te amo.
Amén.