En la inmensidad de tu amor nos regalas otro día de descanso para recuperar nuestras fuerzas e iniciar con nuevos ánimos y optimismo este camino del año que hemos iniciado. Gracias por caminar a nuestro lado y ser nuestra fortaleza. Que seamos testigos fieles de tu reino que comenzó a tomar forma cuando tu mostraste tu cuidado por los enfermos y necesitados. Ayúdanos a auxiliar a nuestros hermanos y a preocuparnos de ellos, especialmente de los que sufren, los desposeídos, los que viven en soledad y desanimados de la vida. Que Tú seas la luz que ilumina nuestras vidas; y no permitas que ocultemos su brillo a la gente que nos rodea, para que te reconozcan en la simplicidad de nuestras vidas y en nuestro cuidado mutuo, para que, con nuestra ayuda, te puedan ver y experimentar como nuestro Señor y Salvador. Hoy nuestra conversión sea total a tu amor, servicio y entrega generosa. Nuestro camino sea de unidad y comprensión y concédenos un día pleno de tu presencia y tus bendiciones abundantes. Ayer tuvimos la ocasión, como los Magos de Oriente, de dejar a tus pies nuestros presentes. Permítenos no olvidar que tenemos que seguir llevando presentes de fe, esperanza y caridad, de servicio y entrega. Amén.
Un muy feliz y descansado lunes. Abrazos y bendiciones.
PALABRAS DEL SANTO PADRE
Ahora, Jesús nos dice que el reino de los cielos está cerca, que Dios está cerca. Aquí está la novedad, el primer mensaje: Dios no está lejos, el que habita los cielos descendió a la tierra, se hizo hombre. Eliminó las barreras, canceló las distancias. No lo merecíamos: Él vino a nosotros, vino a nuestro encuentro. Y esta cercanía de Dios con su pueblo es una costumbre suya, desde el principio, incluso desde el Antiguo Testamento. Le dijo al pueblo: “Piensa: ¿Dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como yo lo estoy contigo?” (cf. Dt 4,7). Y esta cercanía se hizo carne en Jesús. Es un mensaje de alegría: Dios vino a visitarnos en persona, haciéndose hombre. No tomó nuestra condición humana por un sentido de responsabilidad, no, sino por amor. Por amor asumió nuestra humanidad, porque se asume lo que se ama. Y Dios asumió nuestra humanidad porque nos ama y libremente quiere darnos esa salvación que nosotros solos no podemos darnos. Él desea estar con nosotros, darnos la belleza de vivir, la paz del corazón, la alegría de ser perdonados y de sentirnos amados. (Domingo de la Palabra de Dios, Basílica de San Pedro III Domingo del Tiempo Ordinario, 26 de enero de 2020)